Sigo hibernando cuando todo afuera se revela primavera. Los pimpollos que revientan y distingo mujeres rebosantes. O son ellas las que estallan. Pieles asomándose, tímidas. Y otros cuerpos ansiosos por el aire, desnu-darse, que los toque el sol y hombres, mujeres.
Reparo en estampas floridas y lunares. Amarillos rabiosos. Pero de mí, no se saben hojas verdes. He quedado triste en el otoño, que allí fui bella. Fuera de ciclo, me parezco a una flor marchita. A esa ramita disecada por un libro. Sin recupero del brillo de los ojos y a distancia de encontrar la salida convincente. En la desidia, con un ostracismo aburridor. Tal vez más lúcida que nunca. Y con esa misma, me atonto. Por enésima vez la incertidumbre. Será que no llegué hasta el bulbo. Digo, el fondo verdadero. No en el que estuve con olor a líquidos de cloacas. No el de placeres de morder asfalto. El fondo del ser. Saber quien soy yo.