Mujercitas adorables que juegan al juego de la predestinada vocación celestinística. Que buscan romeos en los vecinitos de la cuadra y de las cuadras de más allá. Fabulando, esperando el príncipe más o menos azulado que las recoja del mundo mortal y las lleve en su caballo alado hasta el altar. Jamás se darán por vencidas, aún con los años, martirios, desolaciones repetidas, engaños inescrupulosos. Siempre seguirán buscando, añorando, rezando a cuanta fe se tenga o no se tenga.
Y siempre, más o menos azulado.
Y siempre, más o menos azulado.
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