martes, 20 de abril de 2010

Canto de Nueve Lunas


A mi Trinidad querida


Estaba ella cantando


como si de todo fuera inmune

y se le coló una semilla

que la vino a despertar:

de mujer a mujer-mamá.



Estaba en la granja del nunca jamás

y de un plumazo

hechó raíz en la tierra

desde el medio de las piernas;

Si ahora, por arriba tambalea,

hubo días en que no se dejó así nomás.



Trinó se asustó juró y perjuró

Se dijo cosas absurdas

con la voz del juicio peor.

Ahora pide fuerza, valor

para tomar con entereza

lo que ella misma

creó.



Vendrá tu espejo mayor

espejo de dos.

Amarás como a nadie

esta vez,

más que cualquier amor.

Y no habrá nada más importante

Mi trinor.



Vendrá la niña con el pan

y habrás de cantar entonces

allí, donde debías cantar.

No has de preocuparte

pues tus alas batirás

aunque con ellas no sólo vueles:

a alguien protegerás.

Se trata de ti, por fin.

Se trata de ti.

Allí, en un punto concentrado

hallaré toda tu luz.

Y sabré cuál es tu tarea

Y me dirás, sin querer y sabia

cuál es la mía.



Otra vez, me enseñas el camino.



Ya te sabía madre

en esos tiempos del nunca jamás.

Son tan evidentes

todas las canciones de cuna que llevas contigo.

Y las caderas del dar.

Unas manos hermanas del tambor.

Y las delicias de las ollas.

Toda tú se muestra madre.

Amorosa como la tierra

que es mamá.



Bailaré contigo todas las lunas

y me lo enseñarás todo.

Y cada vez con más equipaje.

No te preocupes,

habrá vuelos siempre.

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