No conozco el nombre
de los pájaros
- que acuden a mi ventana –.
Y sin embargo,
ellos
dicen el mío.
Hablan un idioma
que apenas
comienzo a comprender.
Sospecho regalos
en esos árboles,
entreveo plumas en pecho
y colores
por confesar.
Apenas abrir los ojos
me trae a la conciencia
el graznido
de lo que me parecen
patos gigantes.
Todo para compartir
habitando el alma.
Sino, no me sirve
de nada.
Moro en la luz
e imagino más habitaciones
en donde
quepamos todos.
Luz que se proyecta
luz que se propaga.
Faro encendido
que multiplica.
Oigo a las ovejas
y a las cabras.
Nos dan la bienvenida:
¡Vengan todos!
¡Vengan!
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