lunes, 29 de marzo de 2010

ALITHEA

ALITHEA




Voy en viaje y arrojé lo esencial

a mi valija:

Un abanico de silencios.

Llevo despertares

Y una visión de la pureza.



No hay ya tantas palabras demás,

ingenios intelectuales

ni burdas teorías.

No hay límites exactos

y tampoco viven demasiado

los efímeros

deseos.



Llevo parpadeos

en los que percibo

mi propia

humanidad.



Me alzo por encima

de añejos calendarios

pliegues de piel

y muros

sensibles.



Abro los ojos

y veo.

Veo.



Se que fueron

segundos, pero

¡Cuánto estuve ahí!



Entonces,

ese inmenso instante

de silencio

es como la bocanada

de aire

que puede tomarse

después de no salir

de debajo del agua

por un tiempo exagerado.



Cada vez,

encuentro fortaleza

en aquella quietud.



Ruego que comas

de la misma

semilla.

Y vuelvas al punto

donde lo tuyo

es tuyo.

Y te recuperas

para que nadie

pueda arrastrarte.



Que tomes al silencio

como una rotunda

actividad.

Sanarás mirándote

al espejo.

Sin críticas, sin culpas

y sin castigos.



Caminas para adentro

hasta encontrar

la matriz sin tiempo;

Allí haces la labor

de una tejedora:

Tomas los puntos

que estaban sueltos

y ejecutas nuevos,

ubicas tu alma

en un renovado

molde.

Las agujas serán

las horas

y los hilos energía

pura.



Se produce un

efecto inmediato:

Comienzas a escuchar,

pero esta vez

con los oídos abiertos.

Tus orejas

limpias, ordinarias

desnudas

transparentes y genuinas.



Hay una sutileza:

Si canto me acerco

pero si hago silencio estoy.

Si hablo me recreo

pero sino, sino

puedo recordar.



Retornar a la semilla:

No olvidar.

Alithea

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