miércoles, 14 de julio de 2010

Lucera

No conozco el nombre


de los pájaros

- que acuden a mi ventana –.

Y sin embargo,

ellos

dicen el mío.



Hablan un idioma

que apenas

comienzo a comprender.

Sospecho regalos

en esos árboles,

entreveo plumas en pecho

y colores

por confesar.



Apenas abrir los ojos

me trae a la conciencia

el graznido

de lo que me parecen

patos gigantes.



Todo para compartir

habitando el alma.

Sino, no me sirve

de nada.



Moro en la luz

e imagino más habitaciones

en donde

quepamos todos.



Luz que se proyecta

luz que se propaga.

Faro encendido

que multiplica.



Oigo a las ovejas

y a las cabras.

Nos dan la bienvenida:

                                  ¡Vengan todos!

                                           ¡Vengan!

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